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Cuando somos jóvenes, tenemos un vivo sentido de valores básicos como la confianza y la calidez de corazón, que tendemos a descuidar en el competitivo mundo actual a medida que crecemos, aunque desde que nacemos todos tenemos necesidad de afecto. Las emociones que experimentamos hoy no han cambiado mucho en los últimos miles de años, pero el interés que cada vez más personas muestran por su mundo interior y el funcionamiento de sus emociones es un signo de madurez.