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Creo que las palabras pueden ayudarnos a movernos o mantenernos paralizados, y que nuestras elecciones de lenguaje y tono verbal tienen algo -mucho- que ver con cómo vivimos nuestras vidas y con quién acabamos hablando y escuchando; y que podemos desviar las palabras mediante la trivialización, por supuesto, pero también mediante el respeto ritualizado, o podemos dejar que entren en nuestras almas y se mezclen con los jugos de nuestras mentes.