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Suzanne tenía una habitación en una calle del puerto de Montreal. Todo sucedió tal y como lo contaron. Era la esposa de un hombre que yo conocía. Su hospitalidad fue inmaculada. Unos meses más tarde la canté para Judy Collins por teléfono. Los derechos de publicación se perdieron en New York, pero probablemente sea oportuno que esta canción no me pertenezca. El otro día oí a unas personas que la cantaban en un barco en el mar Caspio.