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A veces pienso que el único método eficaz y productivo para destruir el especismo sería que cada humano indiferente se viera obligado a vivir la vida de una vaca en un cebadero, o de un mono en un laboratorio, o de un elefante en el circo, o de un toro en un rodeo, o de un visón en una granja peletera. Entonces la gente despertaría de sus estados soporíferos y comprendería por fin los horrores que inflige al reino animal la especie más vil que jamás haya vagado por este planeta: ¡el animal humano!