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  • Las máquinas son admirables y tiranizan sólo con el consentimiento del usuario. ¿Dónde está entonces el enemigo? No donde la máquina alivia el trabajo pesado, sino donde abdica el juicio humano. El producto maquinal más suave de la época es el hombre organizado, porque incluso el mejor principio organizador tiende a corromper, y el principio mecánico corrompe absolutamente.