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Bajo cualquier religión, el código impersonal preestablecido trasciende el derecho del individuo a explorar, experimentar y maravillarse ante los misterios de su propia vida y muerte. Las religiones no nos introducen en Dios, sino en la esclavitud. Nos privan de la libertad de explorar nuestra propia alma y descubrir las infinitas y maravillosas posibilidades que nos presenta un universo infinito. Y la mayoría de las veces el método de las religiones es el miedo, no el amor. Exigen obediencia ciega y, a menudo, obediencia a dogmas espantosos.