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  • Los niños, como personas, tienen derecho al máximo respeto. Los niños nos son dados como almas que vuelan libres, pero luego les cortamos las alas como domesticamos al ánade real salvaje. Los niños deberían convertirse en modelos para nosotros, sus padres, porque están revestidos del espíritu del que proceden: del éter, limpios, inocentes, rebosantes del deleite de la vida, conscientes de la belleza de lo más simple: un caracol, un capullo.

    Gerry Spence (1999). “Give Me Liberty: Freeing Ourselves in the Twenty-First Century”, p.202, St. Martin's Press