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Lee la Biblia a diario. Haz parte de tu quehacer diario leer y meditar en alguna porción de la Palabra de Dios. Recoge tu maná fresco cada mañana. Elige tus propias estaciones y horas. No te apresures en tu lectura. Dale a tu Biblia la mejor, y no la peor, parte de tu tiempo. Pero cualquiera que sea el plan que sigas, que sea una regla de tu vida visitar el trono de la gracia y la Biblia cada día.