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Para mí, de niño, leer ciberpunk era como ver el mundo por primera vez. Neuromante, de Gibson, no sólo era impresionante desde el punto de vista estilístico, sino que parecía el modelo de un futuro que estábamos construyendo activamente. Recuerdo que leí Islands in the Net de Sterling y de repente comprendí el potencial disruptivo de la tecnología una vez que salía a la calle. El ciberpunk parecía urgente. No era el futuro a 15 minutos vista, era el futuro que te golpeaba y te dejaba con el cuerpo escayolado al pasar.