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Nada tan místico. El ser humano tiene hambre de matar, eso es todo. Sólo hacen falta unos pocos políticos para avivar la división, o unos pocos demagogos que fomenten el odio para que los de tu clase se enfrenten entre sí. Y antes de que te des cuenta, tienes a toda una nación mordiéndose la cola, dando vueltas y vueltas hasta que no queda más que el chasquido de los dientes.