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  • El Papa no debe lisonjearse de su poder ni gloriarse precipitadamente de su honor y alto rango, porque cuanto menos es juzgado por los hombres, tanto más es juzgado por Dios. Tanto menos puede gloriarse el Romano Pontífice cuanto que puede ser juzgado por los hombres o, mejor dicho, puede demostrarse que ya ha sido juzgado, si, por ejemplo, cayera en la herejía; porque quien no cree ya ha sido juzgado.