Una masa de palabras latinas cae sobre los hechos como nieve blanda, desdibujando el contorno y tapando todos los detalles. El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se recurre instintivamente a palabras largas y modismos agotados, como una sepia que escupe tinta. En nuestra época no existe eso de "mantenerse al margen de la política". Todas las cuestiones son políticas, y la propia política es un cúmulo de mentiras, evasivas, insensateces, odio y esquizofrenia. Cuando el ambiente general es malo, el lenguaje tiene que sufrir.