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  • Los ideales de género tradicionales del hombre fuerte y silencioso que juega sus cartas cerca del pecho y la mujer misteriosa que disfraza sus sentimientos con timidez llegan a hacer de la indisponibilidad y el secretismo una virtud. Pero la intimidad sincera sólo puede desarrollarse cuando las dos personas son igualmente abiertas y reveladoras. Para correr el riesgo de amar, debemos ser lo suficientemente vulnerables como para poner a prueba la propuesta radical de que el conocimiento del otro y la revelación de uno mismo aumentarán en última instancia el amor, en lugar de disminuirlo. Es un riesgo asombroso.