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Así pues, para nosotros, la condición y la preparación sobre y por las cuales somos cobijados por esa gran mano, es la fe que pide, y el pedir de la fe. Debemos renunciar a los puntales terrenales, pero también debemos desear con fe ser sostenidos por los brazos celestiales. Hacemos a Dios responsable de nuestra seguridad cuando abandonamos otras defensas, y nos encomendamos a Él.