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  • Puede que uno de nuestros grandes defectos en la oración sea que hablamos demasiado y escuchamos demasiado poco. Cuando la oración está en su punto más alto, esperamos en silencio la voz de Dios para nosotros; nos detenemos en Su presencia para que Su paz y Su poder fluyan sobre nosotros y a nuestro alrededor; nos recostamos en Sus brazos eternos y sentimos la serenidad de la perfecta seguridad en Él.