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Que los cimientos de nuestra política nacional deben estar en la moralidad privada. Si los individuos no están influenciados por principios morales, es en vano buscar la virtud pública; es, por lo tanto, deber de los legisladores imponer, tanto por precepto como por ejemplo, la utilidad, así como la necesidad, de una estricta adherencia a las reglas de la justicia distributiva.