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Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno. Si los ángeles gobernaran a los hombres, no serían necesarios los controles externos ni internos del gobierno. Al establecer un gobierno que ha de ser administrado por hombres sobre hombres, la gran dificultad estriba en lo siguiente: primero hay que capacitar al gobierno para que controle a los gobernados y, en segundo lugar, obligarle a que se controle a sí mismo. La dependencia del pueblo es, sin duda, el control primario sobre el gobierno; pero la experiencia ha enseñado a la humanidad la necesidad de precauciones auxiliares.