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Si quieres un televisor, te lo buscas y te lo compras. Si quieres aprender sobre la cerámica azteca, haces un curso. Pero la relación con Dios requiere la participación activa y apasionada de ti, de ti mismo. Tienes que arriesgarte. Tienes que abandonarte a ella. Tienes que saltar al fuego. Nadie lo hará por ti; nadie puede hacerlo por ti.