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Cuando me desperté a la mañana siguiente en mi habitación del White's Motel, me duché y me quedé desnuda frente al espejo, viéndome solemnemente cepillarme los dientes. Intenté sentir algo parecido a la excitación, pero sólo conseguí un malestar moroso. De vez en cuando podía verme -verme de verdad- y una frase venía a mí, tronando como un dios en mi cabeza, y al verme entonces frente a aquel espejo deslustrado lo que venía era "la mujer con un agujero en el corazón". Esa era yo.