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Si conseguimos abstenernos de hacer daño a los demás con nuestras acciones y palabras cotidianas, podemos empezar a prestar más atención a hacer el bien activamente, y esto puede ser una fuente de gran alegría y confianza interior. Podemos beneficiar a los demás con nuestras acciones siendo cálidos y generosos con ellos, siendo caritativos y ayudando a los necesitados.