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Más fundamental que la religión es nuestra espiritualidad humana básica. Tenemos una disposición humana básica hacia el amor, la bondad y el afecto, independientemente de que tengamos un marco religioso o no. Cuando alimentamos este recurso humano básico, cuando cultivamos esos valores internos básicos que todos apreciamos en los demás, empezamos a vivir espiritualmente.