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Esqueléticos brazos de madera ennegrecidos junto al camino señalaban hacia arriba, hacia el convento, como si los fantasmas de antiguos viajeros, abrumados por la nieve, rondaran la escena de su angustia. Las cuevas colgadas de carámbanos y los sótanos construidos para refugiarse de las tormentas repentinas, eran como otros tantos susurros de los peligros del lugar; coronas y laberintos de niebla que nunca descansaban vagaban de un lado a otro, perseguidos por un viento gimiente; y la nieve, el peligro acechante de la montaña, contra la que se habían tomado todas sus defensas, se deslizaba bruscamente hacia abajo.