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  • Era una turbia confusión -aquí y allá manchada de un color parecido al del humo del combustible húmedo- de nubes voladoras levantadas en montones de lo más notables, que sugerían mayores alturas en las nubes que profundidades por debajo de ellas hasta el fondo de los más hondos huecos de la tierra, por los que la luna salvaje parecía precipitarse de cabeza, como si, en una espantosa perturbación de las leyes de la naturaleza, hubiera perdido el rumbo y estuviera asustada.

    Charles Dickens (1850). “The Personal History of David Copperfield0: In Three Volumes”, p.265