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Seguramente los asuntos humanos serían mucho más felices si el poder de los hombres para callar fuera el mismo que el de hablar. Pero la experiencia enseña más que suficientemente que los hombres no gobiernan nada con más dificultad que sus lenguas.
Seguramente los asuntos humanos serían mucho más felices si el poder de los hombres para callar fuera el mismo que el de hablar. Pero la experiencia enseña más que suficientemente que los hombres no gobiernan nada con más dificultad que sus lenguas.