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Cuando entramos en el paisaje para aprender algo, estamos obligados, creo, a prestar atención en lugar de plantear preguntas constantemente. Acercarnos a la tierra como lo haríamos a una persona, entablando una conversación inteligente. Y a permanecer en un lugar, a hacer de esa única y larga observación una experiencia plenamente dilatada. Siempre seremos recompensados si reconocemos a la tierra más de lo que imaginamos, y si la imaginamos más compleja incluso que el lenguaje. Creo que de este modo empezamos a encontrar un hogar, a sentir cómo encajar en un lugar.