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No admiro una virtud como el valor cuando se lleva al exceso, si no veo al mismo tiempo el exceso de la virtud opuesta, como ocurre en Epaminondas, que hizo gala de un valor extremo y de una benevolencia extrema. De lo contrario, no se trataría de un ascenso, sino de una caída. No mostramos nuestra grandeza colocándonos en un extremo, sino estando en los dos al mismo tiempo, y llenando todo el espacio que hay entre ellos.