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  • Si tuviéramos reverencia por nuestra vida, nuestra vida tomaría enseguida forma religiosa. Pero tal como es, en nuestra sucia irreverencia, sigue siendo un cenagal repugnante, donde cada uno de nosotros va tan minuciosamente disfrazado de suciedad que todos somos iguales e indistinguiblesab

    D. H. Lawrence, Bruce Steele (1985). "Study of Thomas Hardy and Other Essays", p.122, Cambridge University Press