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Nos encontramos con que el directivo, sobre todo en los niveles superiores, está sobrecargado de trabajo. Con la creciente complejidad de las organizaciones modernas y sus problemas, está destinado a estarlo aún más. Se ve empujado a la brevedad, la fragmentación y la superficialidad en sus tareas, pero no puede delegarlas fácilmente debido a la naturaleza de su información.