El lenguaje funerario ha tenido sus altibajos. La palabra "funerarios", utilizada por primera vez en el Embalmers Monthly de febrero de 1895, fue prohibida por el Chicago Tribune en 1932, "no por falta de simpatía con la ambición de los enterradores de ser bien considerados, sino a causa de ella. Si no tienen el sentido común de salvarse de sus propios lexicógrafos, no seremos culpables de instigarles en su locura".