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Lo que es natural en mí, es natural en muchos otros hombres, deduzco, y por eso no temo escribir que nunca he amado más a Steerforth que cuando se rompieron los lazos que me unían a él. En la aguda angustia que me produjo el descubrimiento de su indignidad, pensé más en todo lo que había de brillante en él, me ablandé más hacia todo lo que había de bueno en él, hice más justicia a las cualidades que podrían haber hecho de él un hombre de noble naturaleza y gran nombre, de lo que nunca había hecho en el apogeo de mi devoción por él.