Querer lo obligatorio en relación con la muerte es alinearse con los grandes ciclos inmutables de la Naturaleza, especialmente de la naturaleza humana, y comprender que (exista o no un propósito o un sentido de la vida o una vida del espíritu más allá de la vida del cuerpo) nadie, absolutamente nadie, escapa de ser finito y mortal. Y saber esto, y luego aceptarlo, quererlo, y no estar en un estado innecesario de angustia o rebelión o terror por ello.