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Aunque los hombres de la masa olvidan los orígenes de su necesidad, siguen llevando perros lobo a los apartamentos de la ciudad, donde perro y hombre se sientan a meditar con melancólica incomodidad. La magia que resplandece un instante entre Argos y Odiseo es tanto el reconocimiento de la diversidad como la necesidad de afecto a través de las ilusiones de la forma. Es el grito de la naturaleza al hombre sin hogar, errante e insaciable: "No olvides a tus hermanos ni el bosque verde del que surgiste. Hacerlo es invitar al desastre".