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Cuando le pregunté a mi padre cómo sabía cuál era la mujer adecuada, me dijo que, llegado el momento, no tendría ninguna duda. Y no la tuve. Cuando me desperté en la oscuridad bajo aquel árbol en el camino a Leoch, contigo sentada en mi pecho, maldiciéndome por desangrarme hasta morir, me dije a mí mismo: "Jamie Fraser, por mucho que no puedas ver su aspecto, y por mucho que pese tanto como un buen caballo de tiro, ésta es la mujer".