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La investigación de Schwartz sugiere algo importante: podemos estirar nuestras personalidades, pero sólo hasta cierto punto. Nuestros temperamentos innatos nos influyen, independientemente de la vida que llevemos. Una parte considerable de lo que somos viene determinada por nuestros genes, nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso. Sin embargo, la elasticidad que Schwartz encontró en algunos de los adolescentes más reactivos también sugiere lo contrario: tenemos libre albedrío y podemos utilizarlo para moldear nuestra personalidad.