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No tratamos tanto de que Dios nos escuche como de que nosotros le escuchemos a Él; no tratamos de convencer a Dios de que haga lo que nosotros queremos, sino de averiguar lo que Él quiere que hagamos. Ocurre muy a menudo que en la oración decimos realmente: "Que se cambie tu voluntad", cuando deberíamos decir: "Que se haga tu voluntad". El primer objetivo de la oración no es tanto hablar con Dios como escucharle.