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Aunque la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, no la guerra, y a ejercer la discreción y la misericordia a la hora de imponer castigos a los criminales, puede seguir siendo lícito tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede haber una legítima diversidad de opiniones, incluso entre los católicos, acerca de hacer la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no sin embargo con respecto al aborto y la eutanasia.