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La calidad de un producto o servicio no es lo que pone el proveedor. Es lo que el cliente obtiene y está dispuesto a pagar. Un producto no es de calidad porque sea difícil de fabricar y cueste mucho dinero, como suelen creer los fabricantes. Eso es incompetencia. Los clientes sólo pagan por lo que les resulta útil y les aporta valor. Nada más constituye calidad.