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  • Nuestro sistema de gestión imperante ha destruido a nuestra gente. Las personas nacen con motivación intrínseca, amor propio, dignidad, curiosidad por aprender, alegría por aprender. Las fuerzas de la destrucción comienzan con los niños pequeños -premio al mejor disfraz de Halloween, notas en la escuela, estrellas de oro- y siguen hasta la universidad. En el trabajo, se clasifica a las personas, los equipos y las divisiones, recompensando a los mejores y castigando a los peores. La gestión por objetivos, las cuotas, el pago de incentivos, los planes de negocio, elaborados por separado, división por división, causan más pérdidas, desconocidas e incognoscibles.